"Un día se oyó en las calles de Buenos Aires el grito de ¡¡ALPARGATAS SI, LIBROS NO!!, y muchos se escandalizaron. Primero que nadie, los que habían escrito libros que valían menos que una alpargata. Pero la mayoria comprendió: con ése grito se estaba repudiando a una clase intelectual que vivía de espaldas al país y a sus hombres...
Cuando se habla de facilitar el acceso a la cultura se está proclamando una consigna social, que consiste en permitir a todos los sectores el acceso a la Universidad, antes reservado a una minoría. Pero nadie ha pensado que deba interpretarse como salvoconducto para que hombres sin preparación salgan con un título a perjudicar al prójimo en su salud, sus intereses o su espíritu."
John William Cooke, revista De Frente, 3 de enero de 1955.
Contundente la reflexión del gordo.Vale aclarar, para no faltar a la verdad histórica, que con anterioridad a las manifestaciones "en contra de los libros" hubo una pronunciada movilización de estudiantes que proclamaban ¡¡ABAJO LA DICTADURA DE LAS ALPARGATAS!!. Ahora bien, éste hecho no tan conocido en su totalidad, a dado una discusión que trascendió toda la experiencia peronista (pasando por la heroica Resistencia, y la década de los 70 con el regreso del General Perón). Quizá sin ser tratado en su profundidad, en su carácter poralizante, rupturísta y antagónico, fue guardado por ésa gran memoria colectiva que es pueblo. Cabe la gauchada entonces, de rescatar aquella disyuntiva para proyectarla en nuestro tiempo en donde hay un gaste de saliba y tinta, entre intelectuales he intelectualóides.
Volviendo al ejemplo de los libros y las alpargatas. Precisamente un altar de libros ha sido el Olimpo de los literatos. El problema radica en el momento en que los letrados, en busca de la belleza (artística), se alejan de lo humano perdiéndose en lo ignoto. Por ésto mismo cabe la pregunta sentenciosa: ¿ es el escritor y su talento un fenómeno individual, o es un producto histórico y social?
Ya había decidido Homero Manzi (ante una encrucijada semejante) no ser "hombre de letras, sino hacer letras para los hombres". Creo, siguiendo la línea de Cooke y de Manzi, que en los intelectuales se condensa un resultado histórico y que aquellos que en su pluma no encarnan su tiempo, tendrán coeficiente intelectual, más no coeficiente experimental que solo viene cuando se le ha tomado el pulso a las masas para dar un diagnóstico de neustra sociedad, no como un cuerpo desauciado, sino como un todo robustecido por nuestras luchas ancestrales, alimentadas por nuestras particularidades. Todo ello surguido de la tierra, de nuestra relación intrínseca con la Naturaleza. Por otra parte, también creo que un libro más que una intención es un gesto. Alguna vez "el civilizado Sarmiento" se lamentaba que la Argentina no haya elegido a el "FACUNDO" como libro fundacional, en vez de ello elgió el "MARTÍN FIERRO". Simpatizar es comprender, y los pueblos simpatizan con aquellos que comprenden sus alegrias y tristezas, su gloria y su drama. No nos pueden venir a chicanear ilustrados de adentro y de afuera (o de adentro que piensan como de afuera) con que los nuevos gobiernos que priorizan a los que van de alpargatas, son las formas humanas más cercanas al canivalísmo en el siglo XXI. No renegamos del exotísmo, pero que no se niege lo autóctono. Nuestra particularidad como pueblo, se enmarca en la universalidad de la Humanidad. Finalmente (para sintetizar la dicotomía que da título a éste escrito) queremos que los libros vayan junto a las alpargatas. Pero (considerando que las personas necesitan un mínimo de condiciones materiales, para la práctica de la virtud) nos gustaría que aquellos libros traten y reflejen a todo un pueblo que vivió en patas, probó las alpargatas, y decidió no volver a andar en patas.
Diego "Tango" Velazquez
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