¡Esto es una fiesta mis negros! Y desde todos los puntos del país, la alegría, la fuerza y el empuje de un pueblo que renace entre las cenizas nos agita el espíritu, nos pone la piel de gallina, y nos hace seguir caminando.
Pasó el silencio, el miedo y la muerte. Se disiparon las nubes de aquel pensar colectivo, la memoria no permite ni un escape, no hay olvido para genocidas ni traidores. Se hizo justicia, y al correr los años, seguirán cayendo aquellos cobardes que participaron, observaron y callaron, y hoy se jactan de querer venirnos a enseñar como levantar una nación.
Que desaparecieron 30 mil compañeros, que siempre quedarán en el recuerdo, se sabe. Que hace 35 años esta tierra se mancho de sangre, moneda sucia y se hundió en tinieblas también. Que hace tan solo algunos pocos, ¿6, 7, 8?, se está reconstruyendo es indudable.
Que aún falta y que nunca olvidaremos, está de más decirlo. Que nunca más pasará, ni hablar.
Hoy solo quiero brindar por una sencillez, que por sencilla no es menos importante que todo lo dicho. De hecho, es motor de lo que vendrá. La felicidad del pueblo en este día y cada día.
Hoy no me sobran palabras, y no quiero repetirme, ni repetir lo que todos sabemos. Hoy quiero hechar una sonrisa y un abrazo grande compañeros, hoy somos ciudadanos en democracia. La patria está en nuestras manos, y nada ni nadie nos puede parar hacía aquella liberación con la que día tras día soñamos, por la que día tras día luchamos.
Mientras tengamos la libertad de salir a la calle, a chamuyar y cantar bajo el sol, estemos agradecidos a la vida, a los 30 mil, al pingüino compañero.
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